25 Agosto 2021

RAFA TORRES, UNA REFERENCIA: JUAN DURÁN ARRIETA

Lo había visto antes, pero hace ya treinta y un años coincidimos en nuestro primer proyecto común: la creación de la Universidad Pedagógica Nacional donde yo sigo prestando mis servicios.

Él era uno de los cinco que comenzamos aquí en la ciudad, esa universidad como extensión de Ciudad Juárez. Fue un fundador pues, un pionero.

Luego de una entrevista a cada uno se nos comunicó que debíamos entre nosotros elegir al primer director de la subsede. Deliberamos. Rafa Torres nuestro homenajeado de hoy, el Profesor Evaristo Durán Jiménez, el compañero Jesús Pérez Vázquez, el licenciado Alfonso Pando Cervantes y quien esto escribe. 1989, octubre, para ser más exactos.

Todas las posibilidades de cada uno fueron revisándose, dijimos porqué no podríamos en virtud de nuestros trabajos, y todo se fue acotando para que nombráramos a nuestro querido Rafa, quien en esa deliberación resultó director, el primero de esa universidad que el año pasado cumplió treinta años aquí.

Una vez, ya en una charla más relajada e informal, nos reíamos de saber que éramos los únicos sobrevivientes de aquellos pioneros. Ahora sólo quedo vivo yo, sólo, muy sólo sin nuestro querido Rafa.

A los pocos años se fueron yendo, uno a uno, a otras actividades que llamaban más su atención y yo que me quedé para comenzar a soñar con otros a desarrollar esa universidad, darle un edificio y que nuestros jóvenes no tuvieran que irse de aquí.

Ahí está la UPN, pero queda la huella de aquella definición que como comunidad universitaria naciente hicimos del profe Rafa como primer director: una elección democrática, sin presiones, sin intervenciones más que de nosotros cinco, en suma, Rafael Torres se convirtió en un director profundamente legitimado y querido por la comunidad durante los primeros tres años de vida de la UPN aquí.

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Había contemplado desde mis años mozos que al final de mi vida laboral debía incursionar en política partidaria. Un día llegué cuando la reunión de los miércoles había comenzado. Teresita Meraz detuvo la conducción del profe Rafa, pidió hablar de mi llegada. Habló bonito, le siguió Rafa que dirigía la sesión. Me dio la bienvenida y reconoció la importancia de mi incursión. Entré dubitativo, entendiendo la forma como se hacía este otro tipo de política, más partidaria.

No sabía la importancia y la cercanía que aquella decisión iba a tener entre el Profe Rafa y yo, a grado tal, que, en las condolencias por su partida, con todo el respeto que me merece su familia, en muchas se comunican conmigo como un doliente más, como si fuera un familiar más, como si fuera un allegado a su vida.

Lo fui de muchos modos. Los últimos dos años estuvimos tan cerca que disfrutábamos y sufríamos coincidencias, nos consultábamos y nos comunicábamos mucho.

Una decisión importante que nos ha distinguido y que nos daba gusto que hubiese sido ya parte de muchas otras, es que no se necesitaba votar para decidir. Todo por consenso, todo amigable, todos por el convencimiento. Nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho, como dice nuestro presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador.

¿Nuevo Casas Grandes qué pierde con la ausencia del profe Rafa? Pierde a un entusiasta ciudadano que sabía intervenir y modificar el curso de las cosas cuando era necesario. Pierde a un soñador de esos que ya no hay muchos. El Profe Rafa, se lo oí decir, pensaba en el ideal de una sociedad mejor. En el ideal de combatir la desigualdad, la injusticia y decidirlo todo desde el consenso.

La gente sabe lo cercano que fuimos durante mucho tiempo, pero de manera singular estos últimos dos años. Casi como dos hermanos, nos comunicábamos con frecuencia. Nos consultábamos.

Fue un hombre orgullosamente de izquierda. Un hombre absolutamente comprometido con las mejores causas. Muchas fueron sus luchas, muchas sus discusiones. Cuestionó con singular fuerza a los que mandan en la comunidad, a los dueños del dinero, a los que creían que la ciudad, el municipio y la región era suya.

Verlo con la mirada hacia atrás, podemos decir, además, que supo combinar muchas otras actividades en su vida. Hay cientos, quizá miles de alumnos de nivel básico hasta profesional que pasaron por sus lecciones. “Transpiraba política, siempre terminaba hablando de política en sus clases” le he escuchado decir a más de uno de los que fueron sus alumnos sobre todo éstos últimos años donde prestó sus servicios, ya jubilado de educación básica, en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez donde siguió siendo docente por catorce años más. Era un discutidor, le gustaba disentir. Al final, muchas de sus disertaciones ya contenían el peso de los años, se sabía patriarca, se sabía y se asumía polémico.

Incursionaba en redes. Muchas veces bastaba un comentario fuerte y contundente para acabar una discusión abierta, sabía el peso de sus palabras como ese sabio que no muestra más que los filos de sus argumentos cuando lanza unas cuantas palabras y concluir una discusión.
Eso enseñó a sus alumnos. Ojalá le siguieran los pasos en esto de no rehuir a la discusión, porque atrás de las argumentaciones se encuentra la verdad.

Fue desgarbado, había en él un cierto afán por el desdén hacia lo serio y lo formal. A veces se proponía ser formal, pero lo suyo era el camino abierto, informal, pletórico de rocas, de asaltos, de libertad. Porque Rafa fue libre en todo.

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Fue también un deportista querido. Desde su natal Dublán donde, de niño cometió muchas vagancias. Supo destacarse con el béisbol, el deporte de sus amores. Fue el béisbol el lugar que lo acercó a sus nietos, en especial uno de ellos, de quien con cierto desparpajo le oí decir que era muy bueno, que podría destacar a nivel profesional. Sentía estar haciéndolo todo por él.

En muchas ocasiones era él quien se preparaba y se reflejaba en esa vida, como si recuperara aliento, los años mozos, la distancia pletórica de vida que otorga la infancia. Sus nietos lo fueron todo. Fue un abuelo cariñoso y amoroso. Absolutamente entregado a ellos. Ahí donde a veces era bronco y rasposo con sus opiniones, era profundamente dulce y amigable cuando se trataba de la familia, su esposa, la querida maestra Silvia Ramírez y sus dos hijos, Cleo y Rafa que le forjaron felicidad a nuestro profe Rafa dándole varios nietos.

Una cosa hay que dejar bien clara en todo esto: Para el profe Rafa, hablar del béis, pero sobre todo del béis que desarrolla su nieto, lo significaba todo.

Se lo dije ayer a la maestra, su esposa: Uno puede verlo y no creerlo. Nuestro Rafa Torres no era de esos que podrían tener perfil para despedirse así. Me puse en su lugar. Yo que soy el que soy, sedentario y con sobrepeso, puedo dar más el perfil, pero así es la muerte: insondable e insospechada y profundamente incomprensible.

Estamos aquí. Reunidos haciéndole un homenaje al Profe. Los que nos reunimos sabemos que lo queremos ahora que vivirá en nuestros recuerdos. Lo quisimos mucho, reímos con él, nos pusimos serios, jugamos, nos abrazamos. Estuvimos en todas, incluso en ésta, donde le decimos adiós a una convivencia, a una cercanía que pasará a formar parte de nuestra vida y de nuestros corazones.

Fue popular, muy popular. Vino de abajo, de muy abajo, de familia humilde. Su pobreza la supo llevar con cierta gallardía. Nadie puede negar su sobriedad, su sencillez. Sólo verlo en transportarse en el Tsuru que conducía, nos hablaba de lo poco importante que era para él los lujos, la formalidad, la imagen de poderío y jerarquía. En todo lo que hacia borraba sobre todo solemnidad.

Situaba las cosas al alcance de todos, explicaba cualquier suceso político con una sencillez y un lenguaje coloquial que a veces parecía no dar para más; pero le sacaba lustre a las palabras simples y sencillas, las ponía a nuestra disposición para ver lo que otros no ven. Eso es un profe. Eso y no otra cosa, es vivir la vida con pasión.

Nadie puede negar que el Profe Rafa era un apasionado. Nadie puede decir que vivió su vida a medias. Nadie jamás dirá que rehuyó una discusión, un mensaje, una palabra de aliento o un regaño si hiciera falta. Fue claro, contundente y abierto a la crítica.

Le tocó saber lo que significaba comenzar a ser reconocido por sus palabras, por su trayectoria que nunca quebró. A la izquierda siempre, apasionado más. Le costó ser opositor, no es fácil, menos cuando el país vivía desde el poder del partido único.

En nuestro sindicato de maestros perteneció a las corrientes disidentes siempre. “Vanguardia Revolucionaria” la fracción más retardataria e intransigente que gobernó el sindicato por algunas décadas, le cobró con violencia sus posturas. Fue golpeado en la cabeza, llevaba una marca en la frente de su rostro, una cicatriz producto de un enfrentamiento con guaruras de los dirigentes de entonces de “Vanguardia revolucionaria” que no aceptaban que alguien replicara o reclamara e incluso reventara una reunión.

Nuestro Rafa fue de esos. Les reclamaba su condición borreguna, su condición de sumisos ante el poder. Sindicalismo charro que tanto daño le hizo al magisterio y al país.

Estimado y querido Rafa. Aquí te tenemos y ya te extrañamos, pero como dijeron por ahí, también por siempre te vamos a recordar. Fuiste pionero en muchas cosas o anduviste con otros pioneros. Sabías comenzar las cosas, sabías cómo se inicia algo pero también como se lleva a feliz puerto.

Hubiera querido que vieras lo que juntos construimos. Un nuevo gobierno se avecina en tu querido Nuevo Casas Grandes, que sea en tu honor este ofrecimiento de hacer algo distinto. Algo veo en los que participarán dirigiendo esta tarea que también supiste estar ahí para comenzarla. Que sea en tu honor, mucho de lo que hagamos.

Soñemos siempre como soñó nuestro Rafa.

A su familia. A la maestra Silvia Ramírez que me ha brindado su confianza. A sus hijos, les digo: en ustedes veremos siempre a nuestro Rafa, ese que es de todos, porque aduvo con todos, estuvo con todos.

Vuela Rafa, allá también hay sueños, sobre todo de justos como tu.
Muchas Gracias…